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Significado de injerto




Diccionario Abierto de Medicina

injerto
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m. Implantación, sobre un individuo, de una porción de tejido o de órgano extraída de él mismo o de otro individuo. 11 En particular, porción de tejido o de órgano trasplantado. Los dos tejidos que los cirujanos suelen trasplantar son la piel y el cartílago. Se sabe desde hace tiempo que la piel trasplantada de una persona a otra (homoinjerto o aloinjerto) casi invariablemente será rechazada; para que la piel que va a trasplantarse tenga posibilidades de prender en forma permanente es necesario utilizar el autoinjerto (trasplante autólogo), o sea, la piel obtenida de otra parte de la persona y trasplantada a una nue­va localidad de la misma. Por fortuna, esto puede efectuarse de manera que el individuo vuelve a producir la piel en el lugar trasplantado. La piel puede injertarse de una a otra parte del cuerpo siguiendo dos métodos generales. En el primer Los injertos de piel, una vez superados, al menos en parte, los problemas inmunológicos, han permitido salvar la vida a muchos accidentados con quemaduras. método, denominado injerto pediculado, se desplaza una parte del cuerpo a otra vecina (por ejemplo, se lleva la piel del brazo cerca de la cara, para reconstruir parte de ésta, y se fija ahí por cierto tiempo) sin separar la piel completamente de su riego sanguíneo. Un borde grueso se deja unido a su riego sanguíneo original; el otro se fija en el lecho nuevo. Cuando, al cabo de unos días, el injerto tiene riego sanguíneo suficiente procedente de la zona a la cual está unido, puede cortarse su fijación inicial y fijarse en su lugar de modo regular. Sin embargo, casi siempre que se necesita un injerto de piel -por ejemplo, para cubrir una zona voluminosa donde la piel ha sido destruida completamente por una quemadura- se pueden utilizar injertos de piel libre, separados completamente de su riego sanguínecoriginal. El tipo de reacción que inter­viene en el rechazo del injerto (o del trasplante) de tejidos extraños se denomina reacción de homoinjerto (o de haloinjerto). reacción que es comparable a la observada en las reacciones de hipersensibilidad" tardía (v. INMUNOLOGíA). Cuando no hay rechazo (normalmente en el autoinjerto), los pequeños vasos sanguíneos del lecho establecen en poco tiempo una conexión con los vasos del trasplante, circulando la sangre por crecimiento de capilares; entre tanto, la piel trasplantada vi­ve por difusión desde el lecho del injerto. En el rechazo de injerto, los vasos sanguíneos del trasplante y los del huésped no establecen conexiones que permitan el restablecimiento de la circulación en la piel injertada; al contrario, hay una infiltración creciente de leucocitos a lo largo de la línea donde están en contacto el huésped y el tejido trasplantado, que destruyen las células del injerto. La situación de los injertos de cartílago es diferente de la de los de piel por dos motivos: 1) una persona tiene mucha piel que puede utilizarse para injertos, pero no tiene gran cantidad de cartílago, por lo tanto no hay mucho material disponible para un autoinjerto de cartílago (nariz, oreja, etc.); 2) el homoinjerto de cartílago, en muchos casos, no es destruido por la reacción de homoinjerto; es decir, sobrevive, entre otras causas, debido a que las células del cartílago incluidas dentro de la sustancia intercelular están protegidas de anticuerpos humorales de linfocitos por la sustancia intercelular que las rodea. En el injerto de hueso, la mayor parte de los osteocitos (células óseas) mueren; sin embargo, las cé­lulas osteógenas, que constituyen la capa interna del periostio (membrana que rodea el hueso), tienen mayores posibilidades de quedar bañadas por líquido tisular y de sobre­vivir que los osteocitos dentro del injerto. El injerto óseo se coloca de tal manera que cada uno de sus extremos penetra en el hueso vivo de los dos fragmentos que dicho injerto ha de reunir. Las células de la capa osteógena del periostio y de la médula del hueso principal prolifeTan y se dirigen hacia el injerto, formando nuevas trabéculas óseas y, en algunos casos, cartílago. Después de un tiempo, las trabéculas óseas que aumentan de longitud y de anchura por depósito de hueso neoformado en sus superficies alcanzan el injerto y se unen con él. Después que el injerto se ha unido a su huésped, tiene que resorberse lentamente, es decir, desaparecer, y ser sustituido por hueso nuevo. La resorción tiene lugar en dos zonas: en las superficies externas del injerto, donde las trabéculas de hueso neoformado se han unido a él, yen las superficies internas de los conductos haversianos (v. HUESO). Como la sustancia intercelular calcificada de un injerto es inerte, sin vida, no puede ser muerta por una reacción de homoinjerto. En consecuencia, un trasplante homólogo de hueso puede cubrir la función principal de un trasplante autólogo, pues esta función no depende de la supervivencia en el trasplante de cé­lulas donadoras vivas. Por lo tanto, los trasplantes homólogos de hueso compacto pueden servir a un fin útil. El injerto de tejido adiposo sobrevive en parte si es autólogo (aproximadamente la mitad de las células del trasplante sobreviven); en cambio, el homoinjerto de este tipo siempre 'se atrofia, y al final lo único que queda es una cicatriz fibrosa. En algunos tipos de lesiones del tejido nervioso puede quedar destruida una región de nervio. En tales condiciones, resulta imposible aproximar los cabos y hay que recurrir al injerto nervioso. Para ello se extirpa un segmento de un ner­vio superficial menos importante y se coloca en posición adecuada para restablecer la continuidad del nervio lesionado. Después del injerto autógeno, las células de la vaina de Schwann del nervio injertado sobreviven y proliferan en los dos extremos del nervio cortado (v. AXÓN; NEURONA); claro está que los axones tienen que abrirse paso a través de los dos laberintos en lugar de uno solo, lo que explica que los resultados no sean siempre tan buenos como los que se lograrían uniendo directamente los dos cabos del nervio seccionado. En el injerto de vasos sanguíneos (trasplante de segmentos de vasos para evitar o sustituir segmentos de vasos deformados, enfermos y debilitados u ocluidos), el empleo de trasplantes autólogos sería muy limitado, ya que no podríamos disponer de injertos autólogos para sustituir cualquiera de los grandes vasos de la economía. Por lo tanto, los injertos de vasos sanguíneos generalmente deben ser de tipo homólogo. En estos injertos, hay pocas esperanzas de que sobrevivan las células; pero son eficaces -al igual que los trasplantes de hueso-, porque la sustancia intercelular sobrevive cierto tiempo (gracias a la elastina) m ientras en su interior va creciendo tejido nuevo. Actualmente, como sustitutivos de los homoinjertos de este tipo se emplean productos sintéticos a los cuales se da la forma de vasos sanguíneos. Durante los últimos años se ha logrado con éxito el injerto mieloide, es decir la transfusión de médula ósea, que puede ser: autólogo (transfusión a un individuo de sus propias células); isólogo (donador y receptor son gemelos univitelinos, homocigotos); homólogo (donador y receptor son genéticamente distintos, pero de la misma especie y grupos sanguíneos lo más afines posible), y heterólogo (donador y receptor son de especies distintas). El aumento del número de injertos y trasplantes ha impulsado la construcción de quirófanos especiales como en este hospital de Edimburgo, en Gran Bretaña. - injerto de Padgett: aquel que tiene por objeto eliminar el tejido esclerodérmico de la base de la úlcera posflebítica y buscar un tejido sano con que conseguir una buena epidermización. (La extirpación es amplia, ocupando la mitad inferior de la pierna si es necesario; la zona dadora suele ser el muslo opuesto, la nalga o el abdomen.) Inmaduro f. Recién nacido con un peso inferior a 2,5 kilos. No hay que confundir el inmaduro con el prematuro, nombre que se da al recién nacido de un embarazo que ha durado menos de 37 semanas a partir del primer día de la última menstruación; aunque aproximadamente el 70 de los inmaduros son también prematuros. Por otra parte, el recién nacido de un embarazo que se ha prolongado más de 295 días recibe el nombre de posmaduro. Las causas más frecuentes de la inmadurez son las complicaciones del embarazo (hemorragias uterinas, rotura precoz de las membranas, etc.), aunque también pueden ser responsables ciertas anomalías del aparato genital, enfermedades infecciosas, metabó­licas y endocrinas, cardiopatías descompensadas, malformaciones fetales, incompatibilidades sanguíneas y la gemelaridad. El inmaduro presenta unas características que lo distinguen del recién nacido normal: yace con las extremidades superiores extendidas y las inferiores en flexión y distanciadas; tiene los ojos hundidos y los pómulos salientes; su piel es delgada, y las manos y pies son fríos y cianóticos. La termorregulación del inmaduro es dificultosa debido a que los centros termorreguladores del hipotálamo" no se han desarrollado y la sudoración es escasa; por este motivo, tiene tendencia a enfriarse, su actividad muscular está reducida y el metabolismo basal disminuido. El inmaduro precisa de una asistencia especial (reanimación, alimentación adecuada, incubadora, etc.).




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