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Significado de inmunidad




Diccionario Abierto de Medicina

inmunidad
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f. Carácter que presenta el organismo que reacciona frente a los agentes que tienden a perjudicar el complejo equilibrio dinámico del propio organismo. La palabra inmunidad deriva del latín y significa seguridad. La inmunología nació hace mucho tiempo cuando se observó que individuos que habían sobrevivido al ataque de una enfermedad infecciosa casi siempre estaban asegurados de no tener una segunda crisis de la misma enfermedad. Hoy se sabe que un motivo importante de que una persona sobreviva al primer ataque de la mayor parte de enfermedades infecciosas es que se desarrolla una nueva familia de células plasmáticas en su cuerpo en respuesta al germen que provocó la enfermedad. Los miembros de la familia de células plasmáticas que se forman en esta respuesta producen una proteína que es de la naturaleza de una gammaglobulina o inmunoglobulina", y se llama anticuerpo*. Este anticuerpo se combina con el germen causante de la enfermedad produciendo reacciones que originan la inactivación del germen patógeno. La gammaglobulina elaborada por la nueva familia de células plasmáticas es muy específica: sólo reacciona con el germen patológico particular (o con un germen muy similar a él), no con otro. Por lo tanto, los anticuerpos, y las cé­lulas plasmáticas que los fabrican, son muy específicos. Aunque pueda haber unas cuantas excepciones, en general una célula plasmática puede sintetizar y secretar solamente un tipo de anticuerpo. El motivo de que un ataque de enfermedad infecciosa haga que la persona quede asegurada contra otro ataque es que la familia de células plasmáticas, que se desarrollan y fabrican anticuerpos para ayudar a vencer el primer ataque, sigue en el cuerpo durante toda la vida. Las células plasmáticas de esta familia siguen fabricando anticuerpos suficientes (o, si es necesario, proliferarán hasta fabricar anticuerpos suficientes) en el torrente vascular para combinarse con los gérmenes del tipo de los que causaron la enfermedad que penetran en el cuerpo e intentan multiplicarse, haciéndolos inofensi­vos. Las células plasmáticas se desarrollan en el cuerpo cuando un antígeno' penetra en él. Un antígeno no es sino una macromolécula diferente de todas aquellas macromoléculas que se desarrollan normalmente en el cuerpo y que quedaron expuestas a los líquidos corporales durante la vida embrionaria. Poco tiempo antes del nacimiento, el cuerpo desarrolla la capacidad de reconocer otras macromoléculas (diferentes) que penetran en él y reaccionan contra ella, formando anticuerpos. Además de las macromoléculas de virus y bacterias, macromoléculas extrañas de diversos materiales inertes pueden penetrar en el organismo y actuar también como antígenos; es el caso, por ejemplo, de polvos y pólenes que en alguna forma atraviesan la cubierta de la piel y las membranas de revestimiento para penetrar en los tejidos conectivos. Asimismo, algunas sustancias químicas (por ejemplo, ciertos medicamentos) que son absorbidas normalmente por el cuerpo, pueden combinarse con proteínas corporales constituyendo macromoléculas de configuración diferente de la que existe en el cuerpo y, por lo tanto, desencadenar la formación de anticuerpos. Existe otro tipo de mecanismo celular relacionado con la inmunidad que no depende primariamente de anticuerpos humorales; este otro tipo se observa en los fenómenos de rechazo de injertos, y está mediado por células que van directamente a los trasplantes de tejidos extraños (que son antigénicos), donde reaccionan con los antígenos extraños del trasplante y destruyen sus células. Las principales células que intervienen en este fenómeno no son, precisamente, células plasmá­ticas (v. INJERTO). El hecho de que un organismo no reaccione a sus propias macromoléculas se expresa diciendo que el cuerpo tiene una inmunidad genética para sus propias macromoléculas. En realidad, esta inmunidad genética, propia de la especie, raza o población, expresa la historia de la especie, resultante de una presión selectiva particular. Junto a este tipo de inmunidad natural existe otro que expresa la historia del individuo: es la llamada inmunidad adquirida mediante el proceso de los contactos experimentados por este individuo con materiales heterogéneos, bacterianos, víricos, etc. El suero sanguíneo se enriquece en globulinas (anticuerpos) reactivas por un primer (o repetido) contacto con determinadas sustancias heterogéneas (antígenos). La sensibilización del organismo por parte de determinados antígenos puede ser un hecho no manifiesto, y el estado de relativa inmunidad que se adquiere constituye entonces el único signo que descubre el fenómeno. Otras veces, la reacción del organismo con el material infectante se manifiesta como un proceso visible; la enfermedad infecciosa, por ejemplo, que en ocasiones puede ir seguida de un estado de inmunidad particularmente intenso y duradero. La ciencia médica ha tratado de proteger a los individuos de las infecciones, provocando en ellos un contacto y, en consecuencia, una sensibilización tan eficiente como la producida por la enfermedad: es el caso de la vacunación', que produce una inmunidad por tratamiento, es decir, una inmunidad artificial acti­va. También se puede producir una inmunidad artificial pasiva inyectando suero de sujetos (incluso animales) ya inmunizados con anterioridad por vacunación, suministrando de este modo anticuerpos ya formados (en lugar de antígenos para la formación de anticuerpos). [V. INMUNIZACiÓN.) Inmunidad. Ya antes de nacer, el organismo desarrolla la capacidad de reaccionar ante distintas macromoléculas o antígenos.




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