Gonzalo Celorio en su libro "El metal y la escoria" la define como una forma de disciplina familiar de obediencia callada,rigurosa que iguala a todos los hijos.
Usado así en México
"y desde ese momento la imagen de Eduardo sonriente y pelón, ha sido la representación más elocuente de la educación mitad castrense, mitad conventual que rigió la vida familiar de tu infancia."